29 diciembre 2010

La última gran matanza

Big Foot, jefe Ogalala Sioux.
Hace pocos días un policía estadounidense descerrajaba cuatro tiros por la espalda a un indio nativo mientras paseaba por las calles de Seattle. Parece que la víctima era sorda y no oyó las órdenes del agente que le conminaba a dejar su machete en el suelo.

Esta historia me ha recordado al incidente que provocó la última gran matanza de pieles rojas en los Estados Unidos hace exactamente 120 años, el 29 de diciembre de 1890. 

Todo sucedió en el campamento Sioux de Wounded Knee, en la reserva de la Loma del Pino, en Dakota del Sur, adonde fueron enviados 500 soldados del Séptimo de Caballería con la misión de trasladar a los 350 habitantes del poblado indio a su nueva ubicación en una reserva de Omaha (Nebraska). Eran en su mayor parte mujeres y niños.

Aquellos indígenas no podían ofrecer ninguna resistencia. Al igual que otros muchos pueblos nativos en aquellos años, los indios Lakota habían sido diezmados por el hambre y las enfermedades. Su decadencia económica y social se reflejaba en su líder Big Foot, enfermo de neumonía y postrado en una litera que se arrastraba de la grupa de su poni. Los soldados cercaron el poblado y les conminaron a rendir sus armas antes de ser trasladados al tren.

Por algún motivo que nunca se llegó a aclarar, los soldados empezaron a disparar indiscriminadamente contra hombres desarmados, mujeres y niños. La carnicería duró solo 10 minutos y continuó con la caza implacable de supervivientes, entre ellos el viejo jefe Big Foot. En total murieron entre 150 y 300 indios (la cifra depende de quién relate la historia) y unos 29 soldados. Estos últimos perecieron desangrados por heridas de cuchillos y hachas de guerra. Los soldados, furiosos por esa inesperada respuesta, dispararon después a todo lo que se movía, incluyendo mujeres y niños que huían, caballos y perros. Uno de los supervivientes declaró "nos disparaban como si fuéramos búfalos".

Parece ser que todo comenzó cuando un miembro de la tribu, un tal Coyote Negro, se resistió a rendir sus armas debido a que no entendía lo que le ordenaban los soldados. Coyote Negro también era sordo, como el indio de Seattle al que hace poco dispararon por la espalda.

Cadáver de Big Foot, tras la matanza de Wounded Knee

Muchos años después, en 1973, varios centenares de indios quisieron llamar la atención del público sobre sus reivindicaciones. Querían conservar sus derechos.  El Presidente de los Estados Unidos en aquel momento era Richard Nixon. Los indios decidieron conmemorar esa tragedia ocupando y atrincherándose en el pueblo de Wounded Knee. Estaban dispuestos a todo, incluso a morir tal y como hicieron sus abuelos en ese mismo sitio en 1890.  Esta vez el FBI y el ejército lograron doblegarles sin ocasionar mas que una víctima.

Este suceso contrasta con el tratamiento heroico que se le otorga generalmente a la llamada "Conquista del Oeste". En realidad esa Conquista consistía fundamentalmente en el exterminio de los pueblos indígenas y el posterior expolio de sus tierras.

Por alguna razón, esta parte de la historia, ese genocidio, no se condena con el mismo fervor que otras. Hay que reconocer que Hollywood ha demostrado ser una potente maquina de reescribir sucesos históricos. Así lo han hecho en cientos de películas del Oeste llamando por ejemplo "Batallas" a lo que en realidad no eran mas que masacres, "Conquista" a un genocidio que en la práctica acabó con el 95% de la población indígena norteamericana, o "necesidad militar" a los dos mayores crímenes de guerra de nuestra reciente historia: las terroríficas pruebas nucleares en Hiroshima y Nagasaki.



Bibliografía:
Enterrad mi corazón en Wounded Knee - Dee Brown