Los políticos españoles y, de manera especial, los que gobiernan, se merecen, sin la menor duda, la repulsa masiva del pueblo y el desprecio activo de los ciudadanos. Y la merecen no sólo porque han gobernado mal y porque su liderazgo, marcado por el error, el despilfarro, la arrogancia y la mentira, esté conduciendo a España hacia el fracaso y la pobreza, sino porque han perdido la sensibilidad y el alma, porque están tan aislados y endiosados que son incapaces de ver la magnitud del malestar que hay en la calle.
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